Quiero compartir con vosotros una reflexión que llevo tiempo dándole vueltas, y lo hago desde el respeto y la empatía hacia todas las personas que, por desgracia, han tenido malas experiencias con estos tratamientos. En ningún momento pretendo minimizar esos casos, que deben ser escuchados, entendidos y, por supuesto, atendidos.
Dicho esto, también creo que es justo hablar de quienes hemos vivido lo contrario. En mi caso, llevo casi 10 años en tratamiento para la alopecia con dutasteride y minoxidil. Los primeros seis años fueron simplemente espectaculares y, aunque con el tiempo los resultados se han estabilizado un poco, mantengo una salud capilar más que aceptable.
No es que este tratamiento me haya dado seguridad en mí mismo —nunca la necesité porque siempre he sido una persona segura—, pero sí me ha dado tranquilidad. Tranquilidad de no tener que pensar en algo más en un mundo como el actual, tan convulso y complicado.
Vivo en España, donde muchos jóvenes con carreras universitarias y empleos estables no pueden permitirse una vivienda. Yo mismo ahorro el 70% de mi sueldo pensando en un futuro incierto. Con todas estas preocupaciones, el pelo, que era un problema latente en mi familia —mi padre fue calvo a los 28 y mi madre tiene muy poco pelo desde los 35— ya lo sentía como una batalla superada.
Pero últimamente, cada vez escucho más rumores sobre una posible prohibición del dutasteride y el finasteride. Y aunque entiendo que hay personas que han tenido efectos secundarios importantes, a mí estos tratamientos me han cambiado la vida para bien.
No es una cuestión de vida o muerte, claro. Si me tocara, podría raparme y seguir adelante. Pero, sinceramente, preferiría no volver a esos días de peinarse estratégicamente, de ducharse y ver la ducha atascada, de preocuparse cada mañana al mirarse al espejo.
Mi hermano mayor tiene un pelo denso y negro como si fuera hijo del butanero, y yo, en cambio, siempre he tenido un pelo fino, poco denso… pero con ayuda de la medicación, ejercicio, no beber ni fumar, y algunos hábitos saludables, he conseguido mantener una imagen con la que me siento a gusto y en paz.
Por eso, quería compartir esta inquietud con vosotros. Porque, aunque entiendo que haya que regular y advertir, también me preocupa que se tomen decisiones generalizadas sin matices, sin valorar a quienes, como yo, llevamos años beneficiándonos del tratamiento sin un solo efecto adverso.
No quiero que algo que ya había dejado atrás vuelva a convertirse en una nueva carga más en un mundo ya de por sí bastante cargado.
Un abrazo a todos y gracias por leerme.
Dicho esto, también creo que es justo hablar de quienes hemos vivido lo contrario. En mi caso, llevo casi 10 años en tratamiento para la alopecia con dutasteride y minoxidil. Los primeros seis años fueron simplemente espectaculares y, aunque con el tiempo los resultados se han estabilizado un poco, mantengo una salud capilar más que aceptable.
No es que este tratamiento me haya dado seguridad en mí mismo —nunca la necesité porque siempre he sido una persona segura—, pero sí me ha dado tranquilidad. Tranquilidad de no tener que pensar en algo más en un mundo como el actual, tan convulso y complicado.
Vivo en España, donde muchos jóvenes con carreras universitarias y empleos estables no pueden permitirse una vivienda. Yo mismo ahorro el 70% de mi sueldo pensando en un futuro incierto. Con todas estas preocupaciones, el pelo, que era un problema latente en mi familia —mi padre fue calvo a los 28 y mi madre tiene muy poco pelo desde los 35— ya lo sentía como una batalla superada.
Pero últimamente, cada vez escucho más rumores sobre una posible prohibición del dutasteride y el finasteride. Y aunque entiendo que hay personas que han tenido efectos secundarios importantes, a mí estos tratamientos me han cambiado la vida para bien.
No es una cuestión de vida o muerte, claro. Si me tocara, podría raparme y seguir adelante. Pero, sinceramente, preferiría no volver a esos días de peinarse estratégicamente, de ducharse y ver la ducha atascada, de preocuparse cada mañana al mirarse al espejo.
Mi hermano mayor tiene un pelo denso y negro como si fuera hijo del butanero, y yo, en cambio, siempre he tenido un pelo fino, poco denso… pero con ayuda de la medicación, ejercicio, no beber ni fumar, y algunos hábitos saludables, he conseguido mantener una imagen con la que me siento a gusto y en paz.
Por eso, quería compartir esta inquietud con vosotros. Porque, aunque entiendo que haya que regular y advertir, también me preocupa que se tomen decisiones generalizadas sin matices, sin valorar a quienes, como yo, llevamos años beneficiándonos del tratamiento sin un solo efecto adverso.
No quiero que algo que ya había dejado atrás vuelva a convertirse en una nueva carga más en un mundo ya de por sí bastante cargado.
Un abrazo a todos y gracias por leerme.
Estadísticas: Publicado por Escoces182 — Jue May 15, 2025 3:54 pm